mercoledì, novembre 30, 2005

el limbo

Primero, la iglesia decide que el infierno no es un lugar, si no una situación en la que se encuentra el alma, se habla de que el cielo y el infierno no tienen son situaciones físicas; el paraíso es la presencia de Dios y el infierno la no presencia. Hablamos del año 1999. ahora la cosa va mas allá, el limbo seguramente va a desaparecer. El limbo es el lugar donde supuestamente van los niños que no están bautizados, aquellos que no han cometido pecado alguno, pero que si tienen el pecado original (manda narices, que uno nazca con un pecado porque sus padres decidieron echarse una canita al aire). Según leo, el limbo es un concepto que crearon teólogos de la Edad Media, para justificar que ocurría con los niños que morían antes de ser bautizados. Al no ser dogma de la iglesia, puede dejar fácilmente de existir. Ahora, los niños que mueren antes de ser bautizados, van directamente al paraíso por la ‘infinita misericordia’ divina’. Vamos, por perdón de Dios, que todo lo puede.
Dice un teólogo de la Carlos III de Madrid que solo se trataba de un medio coercitivo basado en el miedo para obligar a los padres a que bautizar a sus hijos.
Y ahora tocan las extrañas preguntas que uno se hace, o quizás no son tan extrañas. A ver, las personas que han vivido años atormentadas porque algún hijo suyo murió sin estar bautizado, ¿pueden ahora pedir a la iglesia una indemnizacion por daños y prejuicios morales?. Si la misericordia de Dios es infinita, ¿nos perdonara también a los homosexuales?, que al fin y al cabo somos creación suya. A esos niños que estaban antes en el limbo, ¿quién los cuidaba? ¿qué clase de iglesia deja solos a los niños para que hagan toda clases de trastadas? ¿y si les daba por jugar a los médicos?... ¿Cómo trasladaran a todos los niños que hasta ahora están en el limbo? Tiene que ser una tarea difícil ¿no?.

lunedì, novembre 21, 2005

ternura

Amor, nos quejamos tantas veces, tantos días. Tú no bajaste la basura. Yo nunca recuerdo apagar la luz del baño. Que se nos olvida la dicha de que pasan los días.
Y las quejas y de que aun encontremos algo por lo que protestar. Y cada vez q te digo que la basura resuma y huele, se que te encogerás en el sofá y que seré yo la que a las tantas de la noche coja la bolsa repugnante y la bajare rezongando. El brazo muy lejos del cuerpo. Y sabes que cuando abra de nuevo la puerta… te cubriré de insultos enormes e inofensivos. Y que tendrás para echarme en cara que olvide de nuevo la luz del baño y que luego la cuenta sube y nuestros ahorros bajan y no viajaremos nunca a Buenos Aires.
Nos quejamos todo el rato. Tú me arrojas la almohada cuando insisto en despertarte por la mañana, esa absurda manía mía de que algún día llegues a tiempo al trabajo. Yo bostezo y me hago la dormida por las noches, y protestas porque te arrastro a la cama en lugar de permitirte trabajar un rato más, o jugar con el ordenador medio a escondidas. Y te pongo un libro en la mano y te digo que me leas, que me leas algo. Y cuando me duermo, me acaricias el pelo y sigues leyendo dos o tres horas más. De modo que mi astuta treta no da resultado y de nuevo he de levantarte lleno de sueño por la mañana.
Nos quejamos del derecho y del revés. A mi madre y a tus amigos. Que se hacen los locos y no se toman nada en serio, ni mis cuitas ni tus batallitas. Y nos cobran contándonos sus penas que son siempre siempre más importantes que las nuestras. Nos quejamos constantemente. Yo me lamento porque no quedo sabrosa la cena y busco en la queja un poco de ternura, que tu me digas que nada importa, que, que cocino como un oso pero que me quieres, y eso basta. Y pasan los días y el piropo no llega y yo dejo de cantar mis ineptitudes porque, porque no me llegan las palabras bonitas. Y pasan los días señalados sin unas flores o sin que te acuerdes de que hoy hizo un año o dos, siete. Y de pronto te enfurruñas porque, porque hace dos días me dejaste una nota escondida bajo el jabón del baño que yo no encontré.
Nos quejamos. Pero olvidamos la delicia de enterrar mi cara en tu espalda cuando me despierto en mitad de la noche y te siento respirar y …y el mundo entero se organiza. Olvidamos agradecer el hueco de tu clavícula que me sirve de almohada, y la mirada que se cruza en las cenas aburridas, y los brazos con que calmas mis lágrimas. Y las palabras con que acaban tus preocupaciones. Y la nostalgia inmensa que nos asalta de pronto en el trabajo. Solos. Y las notas en la nevera, como esta, con corazones ridículos dibujados con la mano izquierda, mientras con la derecha agito la basura un momento antes de librarme de ella y de pensar en terribles y atroces insultos con los que quejarme.

Espido Freire. Cartas de amor y desamor.

lunedì, novembre 14, 2005

la ley del deseo

Antonio: No me mientas Pablo, no me engañes nunca

Pablo: Alto, alto. Yo no te he prometido nada, y ya te advertí que no te fiaras de mí.

Antonio: vamos, deja de fingir. No estas con la prensa. Tú me quieres, lo noto, pero te gusta hacerte pasar por un frívolo.

Pablo: Soy un frívolo.

Antonio: Estas pidiendo cariño a gritos.

Pablo: Puede ser, pero no todo me sirve.

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Pablo: ¿Si?

Juan: Hola Pablo.

Pablo: Hola Juan, ¿Cómo estás?

Juan: Muy mal, ¿Por qué no contestas a mis cartas?

Pablo: …Porque… estoy tratando de olvidarte y cuando uno trata de olvidar no escribe.

Juan: Pablo, estoy dispuesto a hacer lo que quieras, pero tienes que enseñarme a darte lo que necesitas.

Pablo: Eso no se enseña.

Juan: Dame otra oportunidad, ven a verme y déjame intentarlo.

Pablo: De acuerdo, iré a verte enseguida y así de paso localizo el faro ese.

Juan: Te va a encantar. Oye, escríbeme. Te echo mucho de menos.

Pablo: Muy bien, te escribo ahora mismo.

Juan: Pablo, te quiero.

(Con el permiso del maestro)

giovedì, novembre 10, 2005

mañanas

Me encanta ir andando por las mañanas al trabajo. Salgo de mi casa, siempre tarde (uno es así de desastre) y empiezo a andar, con el aire fresco de la mañana dándome en la cara, a veces escuchando música y a veces con el ruido del despertar de la ciudad de fondo. Y andando andando llego al parque, y paso por la puerta del colegio España, y todas las mañanas me sigo sorprendiendo con la energía que derrochan algunos niños tan temprano. Hay algunos montados en árboles, otros que corren... también los hay más perezosos, que entre que llega la hora de entrar en el colegio y no, duermen en el coche, mientras su madre, para mi sorpresa, también duerme.
Y me alegra ver las mezclas que se forman en las puertas. A algunos niños los llevan sus abuelas, a otros sus padres, a otros sus madres y a otros la sudamericana de turno (con todo el respeto del mundo). Los hay más pijos y menos, y hasta algún oriental.
Y eso es sobretodo lo que me hace gracia. Que a la inocencia de ser niños, de no ver cosas raras, a esa lógica aplastante que tienen a veces, a esas preguntas que hacen y que para las que no tenemos respuesta... se une que ellos no verán a ese niño como raro, como ajeno. Para ellos, como para muchos de nosotros, será una persona, como lo somos todos, sin tener en cuenta la orientación sexual, o la edad, o la religión, o el color de los ojos, o el origen... A veces las generaciones posteriores me defraudan un poco, pero otras, otras veces y por algunas cosas me dan un poco de envidia. Lo único que espero es que todo esto no se desmorone, que seamos capaces de mantenerlo, que seamos capaces de convivir unos con otros, que al fin y al cabo es lo que nos queda. Y acostumbrarnos unos a otros y otros a unos; siempre con respeto y con calma, y hablando... Pero claro, si los políticos de este país siguen así, sembrando el odio y el rencor por tener una parcela de poder... viéndolo todo negro o todo rosa... difícil lo veo.