La forma de vivir las vacaciones de verano varía a lo largo del tiempo.
Los de la infancia eran veranos largos, de varios meses en el campo. Veranos de polos en la Venta Suárez, de coca colas calientes a las tres de la tarde bajo un olivo en la cuneta de la carretera, de barro, de girasoles, de bicicletas por los carriles, de agua oxigenada y mercromina. Veranos de contar minutos para completar las dos horas de digestión para poder meternos en la piscina, de barbacoas los domingos, los mayores después de los niños.
Con los primeros vellos púbicos llegan los veranos con limite en los primeros días de septiembre. Horas robadas por el latín (maldito calvo cabrón) y la filosofía. Horas muertas de calor haciendo cola para la preinscripción, el miedo de no poder estudiar lo que quieres, viajes locos en el autobús entre el pueblo y la capital.
Y después los veranos de la carrera, más duros en cuanto a estudios, más cortos porque los exámenes acaban más tarde. Horas de reencuentro después del invierno, sudando juntos en la biblioteca. Desayunos en la Plaza. Horas de estudio que cundían a pesar de las que perdíamos con la cháchara. Noches comiendo pipas y contando chistes al lado del puesto de la Paca. De dos botellines por uno de mahou si dejábamos la cruzcampo. Y ahora los veranos de ‘haz todas las cosas que no has hecho durante el invierno’, de pasa unos días con tus padres, de botellones con tus amigos. Veranos un poco por obligación, porque si por mí fuera veranearía en octubre. Disfrutando de la que ahora es mi ciudad, a pesar de que cada vez somos más los que estamos por aquí en agosto. Horas que no paso frente al ordenador porque las duermo, y porque en mi cuarto hace calor. Noches con él. Días raros poniendo focos en la cocina. No poder escribir porque no hay inspiración que valga. Playa, pueblo, Lisboa... ¿Veranos que necesitarán otro para descansar? Espero que no. Nos vemos a la vuelta, o los días que pase por aquí entremedio, aunque a algunos los veo en Madriz (tengo que hacer alguna llamada). Prometo volver, aunque creo que no será como antes, pero volveré.
Los de la infancia eran veranos largos, de varios meses en el campo. Veranos de polos en la Venta Suárez, de coca colas calientes a las tres de la tarde bajo un olivo en la cuneta de la carretera, de barro, de girasoles, de bicicletas por los carriles, de agua oxigenada y mercromina. Veranos de contar minutos para completar las dos horas de digestión para poder meternos en la piscina, de barbacoas los domingos, los mayores después de los niños.
Con los primeros vellos púbicos llegan los veranos con limite en los primeros días de septiembre. Horas robadas por el latín (maldito calvo cabrón) y la filosofía. Horas muertas de calor haciendo cola para la preinscripción, el miedo de no poder estudiar lo que quieres, viajes locos en el autobús entre el pueblo y la capital.
Y después los veranos de la carrera, más duros en cuanto a estudios, más cortos porque los exámenes acaban más tarde. Horas de reencuentro después del invierno, sudando juntos en la biblioteca. Desayunos en la Plaza. Horas de estudio que cundían a pesar de las que perdíamos con la cháchara. Noches comiendo pipas y contando chistes al lado del puesto de la Paca. De dos botellines por uno de mahou si dejábamos la cruzcampo. Y ahora los veranos de ‘haz todas las cosas que no has hecho durante el invierno’, de pasa unos días con tus padres, de botellones con tus amigos. Veranos un poco por obligación, porque si por mí fuera veranearía en octubre. Disfrutando de la que ahora es mi ciudad, a pesar de que cada vez somos más los que estamos por aquí en agosto. Horas que no paso frente al ordenador porque las duermo, y porque en mi cuarto hace calor. Noches con él. Días raros poniendo focos en la cocina. No poder escribir porque no hay inspiración que valga. Playa, pueblo, Lisboa... ¿Veranos que necesitarán otro para descansar? Espero que no. Nos vemos a la vuelta, o los días que pase por aquí entremedio, aunque a algunos los veo en Madriz (tengo que hacer alguna llamada). Prometo volver, aunque creo que no será como antes, pero volveré.
6 commenti:
Si, por favor, vuelve....
Mi niño... nos veranos son terreno dulce, porque se detienen un poco, son como la cámara lenta en las películas. Además, están casi siempre salpicados de deseo y expectativa, de silencio y sonrisas... nos dejan siempre un hueco para ver qué tenemos dentro... Ya sé que eso a algunos no les gusta... Pero a mí... se me hacen tan especiales.
Te veo pronto, y te abrazo y te beso, vale?
Y que lo digas!
Nuevas estaciones con gente nueva a tu lado :)...que bien!
Un beso apo!
¿Imaginas como será el otoño, y el invierno...?
Todo cambia, el tiempo se comprime y tienes que enfundarte en él como te metes en esos calzoncillos que te quedan estrechos porque son los únicos que tienes limpios en ese momento.
Sabes tengo la sensación de haber vivido todos tus veranos a través de tus palabras, no las de aquí sino más bien las que escucho directamente de tu boca, de viva voz, colmadas para de recuerdos y de matices.
Este será nuestro verano, el que repetiremos hasta hartarnos, el de los mensajes desde Lisboa. Me alegro de estar a tu lado ya sea como materia prima o como actor, como incordio o como mosquito que te devora esa sangre dulzona que posees, como amor o como sexo, como palabra o como silencio, adoptando la forma que prefieras, a tu lado, atento a todo lo que haces.
Un beso.
Es igual que no sea como antes, de hecho nunca nada tiene por qué ser como antes, sobre todo si ahora es mejor ¿no? Estos días he escuchado de ti..:). como el chico entrañable
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