Tengo que llorar, aprender de nuevo a hacerlo. A llorar de rabia, de indignación, de incomprensión, de pena o por el ser querido que se va. Un día, de repente, me di cuenta de que ya no lo hacia mas, de que no podía llorar a lagrima suelta como antes hacia.
Y desde entonces, en vez de llorar de pena soporto una melancolía interna y permanente como la que nos entra justo antes de llorar, de esas que no te dejan casi respirar porque la garganta está oprimida, y que cuando rompe nos hace coger aire como si acabáramos de emerger de las profundidades del mar, de las negras profundidades de la pena.
Y en vez de llorar de rabia o de indignación, mi cuerpo como que se acostumbra a tener la garganta un poco oprimida, a respirar con más dificultad; y se va tragando un dolor que algún día reventara contra alguien que seguro que no se lo merece. Como un rayo que se lanza contra uno de los árboles que dan sombra a mi largo camino bajo el sol.
Llorar es bueno, te desahogas, te limpias por dentro. Soltar las lágrimas me recuerda a los días de lluvia, cuando las calles se limpian, y el agua negra corre hacia las alcantarillas, más o menos lejos. Muchas penas se hacen menores cuando se llora. Se ven desde otros puntos, desde otra distancia, como con más libertad.
Pero cuando uno no rompe a llorar, y ni la música triste le da pie, uno no sabe exactamente que hacer. Y a veces llega a ponerse películas tristes y cursis como ‘Love Story’, de esas con las que se llora siempre. Y no sabe si contener la rabia o soltarla, aunque esa rabia no es tal rabia sino incomprensión. Incomprensión porque hay cosas que no tienen sentido, que no se entienden, ni antes ni ahora ni después; porque hay cosas injustas, sin explicación, sin sentido. Una rabia que en el fondo no tiene sentido, porque de donde no hay no se puede sacar nada; pero que tiene que salir, y muchas veces la mejor manera que tengo de limpiarme, cuando no puedo llorar es escribir. Porque cuando escribo, aunque las manos me quemen, me quedo como vacío, como limpio, como si acabara de llorar. Como ahora, que es como si hubiera soltado unas cuantas lágrimas de las que me oprimen el pecho, en forma de palabras.
Y desde entonces, en vez de llorar de pena soporto una melancolía interna y permanente como la que nos entra justo antes de llorar, de esas que no te dejan casi respirar porque la garganta está oprimida, y que cuando rompe nos hace coger aire como si acabáramos de emerger de las profundidades del mar, de las negras profundidades de la pena.
Y en vez de llorar de rabia o de indignación, mi cuerpo como que se acostumbra a tener la garganta un poco oprimida, a respirar con más dificultad; y se va tragando un dolor que algún día reventara contra alguien que seguro que no se lo merece. Como un rayo que se lanza contra uno de los árboles que dan sombra a mi largo camino bajo el sol.
Llorar es bueno, te desahogas, te limpias por dentro. Soltar las lágrimas me recuerda a los días de lluvia, cuando las calles se limpian, y el agua negra corre hacia las alcantarillas, más o menos lejos. Muchas penas se hacen menores cuando se llora. Se ven desde otros puntos, desde otra distancia, como con más libertad.
Pero cuando uno no rompe a llorar, y ni la música triste le da pie, uno no sabe exactamente que hacer. Y a veces llega a ponerse películas tristes y cursis como ‘Love Story’, de esas con las que se llora siempre. Y no sabe si contener la rabia o soltarla, aunque esa rabia no es tal rabia sino incomprensión. Incomprensión porque hay cosas que no tienen sentido, que no se entienden, ni antes ni ahora ni después; porque hay cosas injustas, sin explicación, sin sentido. Una rabia que en el fondo no tiene sentido, porque de donde no hay no se puede sacar nada; pero que tiene que salir, y muchas veces la mejor manera que tengo de limpiarme, cuando no puedo llorar es escribir. Porque cuando escribo, aunque las manos me quemen, me quedo como vacío, como limpio, como si acabara de llorar. Como ahora, que es como si hubiera soltado unas cuantas lágrimas de las que me oprimen el pecho, en forma de palabras.
7 commenti:
Poco después, llegaría aquel fatídico día en el que le devolvieron su postal con el estampillado: FALLECIDO.
Como poder explicar lo que pudo ser ese instante en el que el vacío más absoluto dejaba, sus pulmones sin aire,sus arterias sin sangre y su cerebro sin oxigeno,hasta no poder sostener el peso de su propio cuerpo.
¿Como poder saber que imágenes y que palabras,serían las primeras en llegar a su cabeza?
¿Que recuerdos le invadirían?
¡Aplastándole! ¡Empequeñeciéndole!
Como poder sentir su amargura, cuando supo que había muerto:
apaleado, solo, lejos….
Como padecer su sensación de ausencia, de abandono,
¡Su tristeza!
Como poder comprender su desolación, su desesperanza,
¡Su melancolía!
Como poder entender que aceptara seguir viviendo si no es porque, por haber sido amado por Jack, se sabía un ser privilegiado y ese sentimiento le bastaba para continuar su vida, solo.
Desde aquí, lo único que me permitiría proponerte es que hagas todo lo posible para que, esta historia nunca sea la tuya.
Con todo cariño, un abrazo. Alvaro
Yo hablo, a veces con la cabeza bajo la almohada, a veces ante el espejo o dando vueltas por la casa, hablo solo durante horas, hasta que me duele la garganta, hasta que me rinde el sueño. Me ayuda mucho a racionalizar mis sentimientos. Bueno, eso y que soy muy teatrero.
Mi niño, un abrazo, de los largos, de los fuertes, de los grandes, a veces a dos manos es más fácil echarlo. No sé qué te pasa, pero seguro que al final termina amaneciendo, siempre amanece después de todas las noches oscuras del alma.
mikgel tiene razón... nos hacemos mayores y las penas, cada vez, las entendemos mejor como parte de la vida... Sabes bien que saldrás. Y cada vez que vuelva a pasar (por amor, amistad, fammilia, etc, pero la pena volverá, es así la vida) sabrás mejor aún que es solo cuestión de tiempo...
Las pérdidas (mi novio que es psicólogo y entiende de esto me lo dice siempre) no es bueno rodearlas, hay que asumirlas, atravesarlas, y sólo así somos capaces de superarlas, dejarlas atrás y continuar viviendo. No es fácil, pero pasa por llorar y enfrentarse al terrible pensamiento de la pérdida... Veo que por aquí (y seguramente en tu alrededor físico) tienes buenos amigos para acopañarte y darte cariño en ese proceso. Ánimo, y desde aquí mi humilde aportación. un fuerte abrazo
Sea lo que sea aquello que te pase, pasará en su dolor. Estamos aqui para darte un abrazo y recordarte que no estas solo, mucho menos en momentos como el que pasas.
Y tienes razón, el llanto va arrastrando las angustias, los ahogos de garganta, los corazones encogidos, los suspiros, los ahogos, la sensación de vacío, de pérdida, de soledad, de impotencia... y cuanto mas lloras más te reconfortas.
Y te vas sintiendo mejor con el tiempo. Conforme pasa el tiempo el malestar actual se hace distinto, mas llevadero.
Aunque no desaperece del todo se matiza, se perfila en sombras, se difumina... y se hace compañero de segundos en los que contienes ya el llanto y solo queda un lagrima inevitable que resbala por tu mejilla. Con el tiempo...
Un fuerte abrazo.
Si necesitas hablar o algo ya sabes...
en el eje lágrimas-palabras, suelo quedarme con lo último
nunca me he encontrado bien después de llorar, y sí después de escribir
saludos
Oye, si quieres te dejo mi pequeño hombrito para que llores, pero creo que tendrás que cortarte las piernas a la altura de las rodillas para que me llegues.
Besos!!
muchas gracias... aunque yo si he podido llorar, pero lo describes perfectamente.
Gracias de nuevo.
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