Madrid

El miércoles por la tarde compramos los billetes, después de dudar mucho si irme o no, después de que se plantearan cosas en contra del viaje como la matanza del cerdo que les regalan a mis padres todos los años (a mi me toca hacer la morcilla, y la verdad es que la fiestecita que se monta está bastante bien) o el que una amiga que vive allí bajara justo ese fin de semana. Pero bueno, al final, un amigo que iba desde Salamanca, solo podía en esa fecha y allá que nos fuimos, el jueves, a las cuatro de la tarde en el autobús, para la capital de España, aun es España ¿verdad Mariano?
Migue y yo íbamos en el autobús, mientras que Mónica (alias Cretina Turner) iba en el ave (ella que es pudiente). Su hermana nos recogió en Atocha y nos fuimos a su casa. La hermana de Moni vive con Raquel, una amiga nuestra de cuando estábamos los tres de erasmus en Roma y que es de Málaga, y con un chico y una chica más. Charlita, cenita improvisada, muchas risas y un colchón hinchable para compartir con Migue.
Al día siguiente, viernes, al centro. Una vueltecita por Chueca, por el Mercado de Fuencarral… y la aparición sorpresa de Raquel, que nos llevo a Lhardy, el sitio mas pijo que he pisado en mucho tiempo, a tomar el mejor consomé que he tomado nunca. Luego lo típico, Plaza Mayor, y bocadillo de calamares, uno de los mejores inventos del mundo, que en Sevilla solo ponen en ‘la bodega Santa Cruz’ en Mateos Gagos. Cogimos el coche de Raquel y nos fuimos a dormir siesta, que luego nos teníamos que arreglar y poner en plan peroquemonavaestachicasiempre para nuestras respectivas citas. Mónica con un chico que conoció por Internet y yo con Isma, Mirador y Sebas. Migue, como no tenía plan y se quedaba solo, se dedico por la tarde a encontrar uno, y quedo a la misma hora que yo con un chico cubano que acababa de conocer por la red. Mientras, también me dedique a ver fotos de Roma, y comprobé que el Luigi a quien debo mi nombre era más guapo aun de cómo lo recordaba. Es una historia que contare un día de estos.
Arreglao pero informal (cambiando el chándal y los tacones por mi chaqueta de pana y unos Camper) me planté a las nueve en la Plaza de Chueca (en realidad llegue un poco antes, pero es que tenia que sacar dinero). Por una esquinita de la plaza aparecieron los tres: uno muy canijo, uno muy cachas y uno más bajo de cómo me lo imaginaba, los tres encantadores, los tres simpatiquísimos. Saludos, presentaciones y andando los cuatro del brazo en busca del Gula Gula. (Yo quería ir al Noa Noa, pero debió cerrar allá por los ochenta).
Dos drags que te conducen a la mesa, una más larga que un día sin pan, con un vestido de gasa cortísimo y la otra con un traje gris y brillante que dejaba al aire la espalda, desde el cogote al comienzo de la raja del culo mas estrecho que había visto nunca, y con el movimiento más raro que he visto nunca también. Y los camareros, ufff, menos el nuestro, el resto… ¿que decir? que si la comida hubiera sido asquerosa me hubiera dado lo mismo, porque los tíos esos de las fotos existen y están en el Gula Gula. Jajaja. Buffet de ensaladas y cositas de hojaldre: quiches y cosas de esas. Todo riquísimo. Unas botellas de lambrusco que resultaron ser a diez euros en vez de a tres como decía Ismael.
Un momento antes de que empezará el espectáculo, a eso de las once y media, voy al baño y me dicen que deprisa, pero cuando intento abrir desde dentro me dicen que me espere, así que cuando salgo y me siento en la mesa, se apagan las luces y empieza todo: música, baile, teatro… de todo un poco. Una drag gordita que hacia las presentaciones, divertidísima, y varias que cantaban y bailaban con los tíos más buenos que he visto nunca. Cuando pasaban por al lado de Mirador, una de las veces, le puso la pierna en el respaldo de la silla, y el paquete en la cara. Y otra de las veces toco beso en la frente, con marca de pintalabios brillante incluida.
La cuenta subió más de lo que pensábamos por lo del lambrusco, pero lo pase tan bien que no me importo nada. Recogimos los abrigos y tiramos para Rimel, a Migue nos lo encontramos por el camino, el cubano lo había dejado un poco tirado, y había cenado solito el pobre.
Un poco mas tarde llegaron a Rimel: Mónica, Nat y una amiga suya… y juntamos el hambre con las ganas de comer. Besos, risas, conversaciones sobre semen (si ¿que pasa?), una pantalla con mucho porno gay, un montón de chaquetas que no podía casi sostenerse y unas cuantas cervezas. Mucho cachondeo, unos calzoncillo de comic, muchos abrazos…
Después buscando un sitio para bailar, Polana, con muy buena música, muy buen ambiente pero que a mi me recordaba no se porque a un tablao flamenco (cuando pase por la puerta al día siguiente, todo quedo aclarado con un azulejo que ponía no se que de Manolo Caracol). Allí seguimos tomándonos unas copas y bailando como si nos hubieran dado cuerda, compartiendo unas piruletas (fiesta), algo que no había hecho ni con mi mejor amiga lo hice con gente a la que acaba de conocer, cosas de la vida. Refregones, pisotones, más baile, más besos…
Terminamos a eso de las 7 de la mañana, cogiendo un taxi para el piso en Cibeles, acompañados de Nat (gracias cielo, siento que se me olvidara felicitarte) a la que quedamos en avisar si íbamos al parque de atracciones al día siguiente. Los tres riéndonos y sin parar de charlar: Migue delante y Mónica y yo medio dormidos atrás, sin querer ver la cara del taxista. Un inciso: ¡¡Os quiero!!
El sábado y el domingo, al lado del viernes casi pierden todo el interés, pero la verdad es que también estuvieron bien por lo que nos reímos.
El sábado llego nuestro amigo de Salamanca, Pedro. Lo recogimos y comimos cerca de las seis de la tarde en el Vips de Gran Vía, después de decirle a Pedro que era gay con tanta naturalidad que ni me pregunto nada, solo se limito a decir: al final voy a ser el único soltero. Estando en el Vips apareció mi amiga Maria, que vive en Madrid y nos fuimos a tomar café a La Lupe, el sitio me encantó, pero más me gusto la camiseta que me compre antes, una de esas de Maritrini (la cantante no, que la odio, las del símbolo de Martini) y acabamos cenando en un sitio por detrás de Sol. Todos se fueron a casa, menos Migue y yo, que estuvimos dando vueltas por Chueca, buscando un bar en plan ‘el bosque animado’, pero los que encontrábamos nos parecían demasiado familiares, demasiado nosconocemostodosquehaceisvosotrosaquí, así que a las dos estábamos en casa.
El domingo nada, comida en un McDonald y a coger el bus de regreso a Sevilla, leyendo, durmiendo, recordando los tres maravillosos días en Madrid.