Ni los fines de semana ni las semanas tendrían sentido sin las mañanas de los sábados. Esas mañanas que empiezan a tu lado en la cama, cuando el gato me despierta saltando sobre mí y comienza a ronronear hasta que me termino levantando.
Las mañanas de los sábados nos llevan a abandonar tu casa aun con los ojos pegados camino de La Cacharrería, donde María nos acompaña en el desayuno que se alarga casi siempre un café más. Después vienen los paseos, las idas y venidas comprando en el provisional mercado de la Encarnación, en alguno de los 20 duros de la zona o echando un ojo en las librerías de viejo.
Todo para terminar con algunas bolsas tomando un botellín fresquito fresquito a 60 céntimos en la puerta de la Amalia, hablando como tantas veces de ese futuro que vamos planeando poco a poco. Mientras espero ese futuro disfruto de todos y cada uno de los minutos que paso contigo; como este mismo en el que duermes en el sofá detrás de mi.
A veces, buscar en los discos duros, da sus frutos.
1 commento:
Ese futuro que tanto planeamos está ya montado en un tren camino a la estación, ya llega.
Volverán esos sábados, seguramente no iguales en la forma pero sí en el fondo.
Sem me suele hablar de ellos con frecuencia, hecha de menos clavarte sólo una uña en la tripa.
Te quiero.
Posta un commento