giovedì, luglio 05, 2007

cuento para V.

Érase una vez que se era un corazón que se había parado hacia tiempo, tal vez cansado del largo bregar, tal vez por esa manía de su dueño de forzarlo siempre contra quien no debía. Aun parado, el corazón guardaba el calor provocado por los latidos y por la sangre que un día bombeo. Por eso aun no había sido sustituido por otro, y seguía con sus mataduras, con sus cicatrices, con sus golpes, encerrado en aquella jaula de huesos.
Un día, paseando por un infinito reducto de cristal, donde todo lo bueno y todo lo malo tienen cabida, los ojos vieron una figura alta acercarse. Las piernas se pararon, el cuerpo entero petrificado, las retinas captando al otro ser, que se iba haciendo más nítido conforme la distancia entre ambos disminuía.
Observaron los ojos entonces una cara con ojos oscuros y barba. Se dibujaron sus ropas: una camiseta de rayas, un pantalón corto y unas chanclas sacadas de algún rincón de la infancia. Y dos objetos en sus manos, que resultaron ser una pluma y un cuaderno.Cuando estuvo tan cerca que sentía su aliento sobre la cara y lo entrecortado de su respiración, levanto la mano en la que tenia la estilográfica, y con un roce seco y certero, abrió en dos el pecho que guardaba el corazón mustio. Soltó la pluma y metió la mano manchada por la tinta de mil cartas en aquel hueco templado. Al solo roce de sus dedos, el corazón comenzó de nuevo a latir, con una nueva música, con un nuevo compás, con el compás de quien le había dado de nuevo vida.